Coleccionada

Book Details

Publisher: Valkyrie Rising Press

Publication Date: July 11th, 2013

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About the Book

Natalya Stravinsky, la encantadoramente neurótica mujer lobo de Coveted, se presenta en esta novela de precuela. Antes de que Thorn Grantham regresara a South Toms River, New Jersey, Natalya vivía sola con su escondite de baratijas festivas. Su vida da un giro interesante cuando afronta un difícil desafío: encontrar una estatuilla robada que ella había ganado recientemente de un sitio web de subasta de criaturas mágicas. Esto debería ser simple, bastaría con exigirle al fastidioso ladrón que la devolviera. Pero una serie de eventos que se produce no sólo pone en riesgo su vida, sino también la de su familia.

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Available on Kindle Unlimited

Esta historia tiene lugar siete meses antes de que Coveted comience.

El botón de la oferta en los sitios web de subastas era un mal amante que me encantaría dejar. Ya sea porque su fuente era negrita, cursiva, o de algún otro estilo que entusiasma al cliente, esas subastas me enganchaban cada vez. Ellas también me hacían una promesa. Todo lo que tenía que hacer para agregar a mi creciente colección de baratijas era pulsar periódicamente mi ratón como un adicto suspira por la próxima dosis. La única manera de detenerme de agotar mi cuenta bancaria con las ofertas repetidas era la satisfacción de ver mi nombre de usuario, NatalyaStravinsky, como el mejor postor.

Afortunadamente, con una conexión a Internet de alta velocidad y dedos de movimiento rápido, coleccioné mi último premio: una estatuilla Victoriana encantada de la década de 1800 que una mujer había usado una vez para su marido mujeriego. Fundida en bronce con un brillo perfecto, era ideal ya sea para inducir un traumatismo contuso o como centro de mesa para una mesita auxiliar.

Esa última subasta que gané terminó hace cinco días, y yo sabía que mis ganancias debían llegar hoy. Había tomado la tarde libre del trabajo y conduje ligeramente por encima del límite de velocidad a lo largo de Garden State Highway. Por el camino regañé a cada ciudadano de South Toms River, Nueva Jersey, que conducía lento. ¿Ellos no sabían que mi apreciado paquete estaba esperando en la puerta de mi casa?

La anticipación causaba un hormigueo que recorría mis brazos a medida que conducía hasta mi largo camino de entrada a mi casita de campo. Cualquier otro día, hubiera admirado todo el duro trabajo que había hecho para preparar los canteros a lo largo de la carretera. O incluso las fragantes flores que habían florecido recientemente debajo del árbol cornejo cerca de la casa. No, lo que llamaba mi atención era la puerta de mi casa.

Mi caja no estaba.

Mi olfato, muy agudo incluso para una mujer lobo, me dijo que nadie había estado aquí desde que me fui de la casita de campo. Y yo conocía demasiado bien el olor cargado de loción para después del afeitado del repartidor. Como vivía justo en las afueras de la ciudad no había vecinos para considerar. Nadie se lo había llevado de la casa.

Una persona sana podría seguir la pista del paquete en línea o llamar al camión de reparto. Dado que había ordenado tanto desde Home Shopping Network, el repartidor —James— conocía mi nombre y también era consciente de cuán nerviosa me ponía si un paquete no llegaba a tiempo.

En vez de llamarlo —mostraría algún autocontrol por al menos cinco minutos— me enfoqué en mi premio y esperé pacientemente. Dos minutos más tarde cedí y mi Smartphone me dijo lo obvio: PAQUETE ENTREGADO. FIRMA RECUPERADA A LAS 10:50 A.M.

Naturalmente, como agarré el teléfono lo suficientemente apretado para aplastarlo, mi primer pensamiento fue por quién. Especialmente dado que vivía sola y no esperaba a ningún amigo —tenías que tener algunos en primer lugar— para venir y recogerlo.

Mis dedos temblaron cuando marqué el celular de James. Con cada timbre, mi latido del corazón retumbaba, dejándome amargada el hecho de que tardaba tanto para conectar. Después del cuarto timbre, James finalmente contestó.

—¡Oye! ¿Te gusta tu regalo? —Su voz ronca siempre parecía alegre durante la primavera. Él era menos cordial cuando la nieve se amontonaba en la pasarela.

—¿Regalo? Acabo de llegar a casa.

Él se rió bajito. —¿Entonces me estás diciendo que olvidaste que te encontraste conmigo en el buzón esta mañana?

Si un desfibrilador cardíaco hubiera estado cerca, me habría sacudido yo misma con la maldita cosa.

—¿Perdón?

—¡Venga ya! —bromeó—. Estabas de pie al lado del camino. Por cierto, fue bastante amable de tu parte en vez de obligarme a conducir hasta tu largo camino de entrada. Al principio, yo estaba un poco sorprendido ya que te veías tan rara.

Mi voz se oyó más aguda que lo normal. —¿De qué manera?

Como un ser humano, James no sabía de las criaturas sobrenaturales a su alrededor. Sin duda, lo que más él sabía sobre hombres lobo era lo que había visto en la televisión o en los libros.

—Por lo general, vistes elegantemente, pero estabas en jeans por una vez. Deberías usarlos más a menudo.

Su voz apagada como el teléfono dejó mi mano. Todavía podía oírlo, pero eso ya no importaba. Alguien, que se parece exactamente a mí, se había llevado mi paquete. Las puntas de mis dedos rozaban mi blusa y falda de tubo. Por supuesto, —estaban limpios incluso después de unas horas de trabajo. Mi uniforme estándar. Ya que usaba el mismo conjunto de ropa cada día, nada fuera de mi rutina debería haber llamado la atención a alguien como James.

Lo que me llevó a mi momento de súper genio: me habían robado a plena luz del día.

Apenas recordaba cómo terminé mi llamada con James, tal vez murmuré gracias o algo así, pero recordé bajar corriendo mi camino de entrada —en tacones bajos y todo— para llegar a la carretera. Mi mirada fija se dirigió rápidamente hacia la tierra. Entonces mi olfato se dirigió al aire. Todas las pistas deberían estar aquí esperando por mí.

Mientras escudriñaba la hierba y los alrededores de la línea de los árboles, mi cerebro consideraba ideas una y otra vez. Caminaba de un lado a otro una y otra vez, tratando de entender lo que pudo haber sucedido. Una pequeña rama se rompió a lo lejos, atrayendo mi vista, —pero no era más que un gran pájaro. Todo el bosque tenía un montón de vida salvaje. Incluso el pino fragante y los fresnos habrían sido un deleite para los visitantes, pero para mí eran una distracción olfativa.

Mientras caminaba, me acercaba a una gran roca conocida. La presencia de esto despertaba recuerdos en mi mente. La piedra gris oscura —aproximadamente del tamaño de una cabeza— me hacía recordar el anuncio “se vende” que se había apoyado contra ella hace cinco años. La hierba había crecido por doquier en aquella época, pero yo lo había ignorado. En ese momento había estado preparada para un nuevo comienzo. Eso incluyó un nuevo trabajo como una oficinista en el Bend del River Flea Market, o The Bends como los vecinos lo llamaban. Trabajaba día tras días para un jefe goblin llamado Bill, vendiendo antigüedades a criaturas sobrenaturales meticulosas a lo largo de Parkway.

Todas aquellas cosas, incluyendo mi nueva casa, eran una forma de olvidarme del hombre que perseguía mi pasado.
La tarea en cuestión me atacó como un tábano. Mortificarme con lo que hice con mi vida después de que fui expulsada de la manada no me ayudaría a encontrar el paquete.

En primer lugar, el que hizo esto sabía que yo había estado esperando un paquete. Segundo, tuvo que ser un sobrenatural, alguien con la habilidad de cambiar su aspecto. Un encanto, o hechizo que altera la apariencia física, podría ser lanzado por la mayoría de las criaturas del bosque como duendes, trasgos, y demás. Claro, esos alborotadores mágicos dirigían negocios por aquí, pero algunos de ellos hacían travesuras siempre que fueran posible.

Todo esto significaba que otro hombre lobo no hizo esto. Un olor persistente confirmó mis sospechas. Este fluyó alrededor de mi olfato, húmedo y pesado como musgo rico rociado de un olor metálico. Una versión distinta de aquel. Un par de huellas reveló a alguien con zapatos de tenis. Mi número, sin duda. El que hizo esto había esperado en la hierba cerca de la carretera y caminó derecho hasta ello. Desde allí, los zapatos caminaron veinte pies y entonces de alguna manera se encogió abajo un poco. El rastro conducía hacia el sur.

Por un instante, fui tentada a desechar mis zapatos y rastrearlos a pie. Eso es lo que cualquier otro hombre lobo haría. Pero yo no actúo de esa manera, ni siquiera consideraría esa idea, no importa lo mucho que quería esa caja. La sola idea de arruinar mis pantis fue suficiente para meterme en mi coche. Con mis opciones limitadas, bajé la ventanilla y esperé que mi presa no estuviera muy lejos.

Coming soon

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